Sarai Camarillo shares headphones with her sister Isamari Lucero
Sarai Camarillo (derecha) comparte sus audífonos con su hermana, Isamari Lucero, 13, mientras aprende de forma remota desde su casa en La Villita durante la pandemia. Michelle Kanaar / WBEZ

Muerte, pérdida de empleo y aprendizaje remoto: El saldo de la pandemia en una familia de Chicago

Sarai Camarillo (derecha) comparte sus audífonos con su hermana, Isamari Lucero, 13, mientras aprende de forma remota desde su casa en La Villita durante la pandemia. Michelle Kanaar / WBEZ
Sarai Camarillo shares headphones with her sister Isamari Lucero
Sarai Camarillo (derecha) comparte sus audífonos con su hermana, Isamari Lucero, 13, mientras aprende de forma remota desde su casa en La Villita durante la pandemia. Michelle Kanaar / WBEZ

Muerte, pérdida de empleo y aprendizaje remoto: El saldo de la pandemia en una familia de Chicago

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Es una atareada mañana de mediados de noviembre dentro de un pequeño apartamento en el primer piso en el barrio de La Villita en el suroeste de Chicago. Una niña de 13 años con coletas y un niño de 6 años con cara redonda y grandes ojos marrones tienen sus computadoras portátiles abiertas y están tratando de escuchar a sus maestros.

Un niño de 4 años está sentado en el sofá jugando con un juego portátil.

Sarai Camarillo ayuda a su hijo de 6 años con las matemáticas. Candelaria Lucero, la madre de Camarillo, está en la cocina preparando 50 chiles rellenos para vender en una fábrica. El esposo de Camarillo está también en casa, tratando de mantenerse ocupado y en silencio.

Dos de estos niños están entre los grupos identificados por Lori Lightfoot, la alcaldesa de Chicago, y por Janice Jackson, la directora ejecutiva de las Escuelas Públicas de Chicago (CPS), como los que más dificultades tienen con el aprendizaje remoto. Isaac, de 4 años, está en preescolar e Isamari, de 13 años, tiene una discapacidad del desarrollo. De los tres niños en este apartamento, ellos son de los que tienen más problemas. El niño de 6 años, Noah, está bien, pero se siente cada vez más frustrado mientras termina sus tareas escolares y tiene dificultades para llamar la atención de su maestro.

Pero la familia decidió no mandar a los niños de regreso a la escuela para el aprendizaje en persona. Según un acuerdo alcanzado con el Sindicato de Maestros de Chicago, algunos preescolares ya están de regreso y estudiantes de primaria que eligieron clases presenciales deben volver a partir del 1 de marzo.

El virus ya ha devastado a la familia de Camarillo. Mató a su padre y ha desestabilizado a toda la familia. Ellos dicen que no pueden aguantar más.

“Es muy importante para mí que no se queden atrás”, dijo Camarillo sobre sus hijos. “Pero si no es seguro, no los voy a mandar”.

Ellos sienten que el virus está en todas partes y demasiado cerca. En el código postal que comprende la mayor parte del barrio de La Villita, una de cada nueve personas ha tenido un caso confirmado de covid-19. Unas 229 personas han muerto, más que cualquier otro código postal en la ciudad.

La pandemia también ha tenido un efecto dominó en todos los aspectos de la vida diaria de las familias en La Villita. La familia de Camarillo pasó de trabajar duramente en varios trabajos estables a sufrir inseguridad económica, habitacional y alimentaria.

Aún no se dispone de estadísticas sobre cómo la pandemia ha afectado el empleo, la vivienda y el hambre a nivel de barrios, pero en una encuesta realizada este otoño por el Censo de EE.UU., entre una cuarta y una quinta parte de las familias latinas y negras de Illinois dijeron que no tenían suficiente comida para alimentarse o no tenían certeza de que ellos pudieran pagar su alquiler.

“Todas estás cosas están colisionando”, dijo Bill Byrnes, quien analizó los datos del Censo para un proyecto de Voices for Children de Illinois. “Antes había barreras y ahora se han agudizado”.

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Valerie Coffman, quien trabaja para Enlace, una agencia de servicios sociales en La Villita, cuenta que ella ha pasado la mayor parte de su tiempo durante el último año simplemente ayudando a las familias a sobrevivir. Ella fue contratada para ayudar a conectar a las familias con los programas preescolares.

Coffman dice que ella ha trabajado con familias sin electricidad, que enfrentan desalojo y que necesitan comida. Coffman cuenta una historia desgarradora detrás de otra: la madre sin electricidad cargando su teléfono en el automóvil para que su hija pueda usar el hotspot (internet inalámbrico) para hacer su trabajo escolar; el niño que una madre dejó en la tienda de la esquina porque no tenía a nadie que lo cuidara mientras ella iba a trabajar.

Coffman dice que muchas familias son indocumentadas o viven en hogares de estatus mixto y temen recibir apoyo del gobierno. Ella explica que una regla en la era de Trump permitió a funcionarios negar la residencia permanente a inmigrantes después de recibir asistencia social u otros beneficios públicos. Esta regla fue rechazada por un tribunal federal en diciembre, pero aún así mandó un mensaje a los inmigrantes, dijo.

Y debido a su estatus migratorio, muchos padres en La Villita no recibieron el estipendio inicial de ayuda por la pandemia otorgado por el gobierno federal o los beneficios del desempleo.

Camarillo es ciudadana estadounidense, pero su esposo y su madre no lo son. Ella ha solicitado ayuda para pagar sus facturas de gas y electricidad. Pero cuando ella se encuentra con obstáculos, ella no presiona. La familia no quiere llamar la atención sobre sí.

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De izquierda a derecha: Candelaria Lucero, su hija Isamari Lucero, sus nietos Noah Ayala e Isaac Ayala, su yerno Enrique Ayala y su hija Sarai Camarillo. Michelle Kanaar / WBEZ

“No le va a pasar a mi familia”

Pero la historia de esta familia empieza y sigue siendo sobre dolor.

Antes de que todo cerrara en marzo, Camarillo, su esposo Enrique y sus dos hijos vivían solos en su pequeño departamento en un viejo edificio en Cermak Road. Durante el verano, Camarillo coloca plantas en las escaleras y en la terraza hay una silla plegable donde a un señor mayor que vive en el piso de arriba le gusta sentarse.

Su vivienda estaba a solo unas cuadras de donde su madre, padre y su hermana menor vivían.

Las dos familias eran muy unidas. El esposo de Camarillo y su padre tenían los mismos dos trabajos, uno en un restaurante en Schaumburg y otro en una fábrica. Ellos viajaban juntos hacia o desde el trabajo.

Mientras tanto, Camarillo, quien tiene 27 años, trabajaba durante las mañanas en una tienda de cupcakes (pastelillos). Ella fue a la escuela para ser panadera. “Era el trabajo de mis sueños”, cuenta.

Su madre, Candelaria Lucero, vendía dulces, papas y donas glaseadas caseras afuera de la cercana escuela primaria Spry, donde su nieto y su hija Isamari estudian. Isamari sonríe ampliamente al recordar salir de la escuela y ver a su madre y recibir papitas gratis.

Debido a que Lucero vendía frecuentemente fuera de Spry y sus dos hijas adultas también asistieron a este plantel, ella tiene una fuerte conexión con la escuela.

Fue desde este lugar que Lucero también se enamoró de la comunidad. Ella hablaba con las mamás y los niños, con los maestros y el director, y con la gente que pasaba.

Así que cuando las escuelas cerraron a causa de la pandemia, Lucero no solo perdió su lugar para vender su mercancía, también perdió a todas esas personas que llenaban sus días de alegría.

Pero como muchos al principio, la familia no estaba preocupada por el virus. “Yo pensé: eso no le va a pasar a mi familia”, dijo Camarillo.

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Los padres de Sarai Camarillo, Candelaria y Margarito Lucero, crecieron en el mismo pueblo de México. ‘Fue mi primer novio’, dice Candelaria. ‘Fuimos por caminos separados y ambos tuvimos hijos con otras parejas. Luego nos reunimos aquí [en Chicago]‘. Cortesía de Candelaria Lucero

Al principio, ellos estaban más preocupados por mantenerse al día con las cuentas. Camarillo dejó de trabajar para cuidar a sus dos hijos pequeños. A su esposo y a su padre les cortaron las horas en el restaurante y fueron a buscar un trabajo diferente. Su padre con el tiempo consiguió unas horas temporales en una segunda fábrica.

Es allí donde, en abril, según sospechas de la familia, él contrajo el covid-19. De hecho, ellos piensan que la razón por la que la fábrica estaba buscando trabajadores temporales era para tomar los turnos de los empleados que ya se habían enfermado.

Camarillo dijo que su padre fue en declive rápidamente, pero que él se mostró reacio a ir al hospital. “Él tenía miedo”, dijo Camarillo. “La gente decía que podía morir allí”.

Finalmente, se puso tan enfermo que lo llevaron a la sala de emergencias. Debido al covid nadie pudo quedarse con él. Así que se fueron a casa y esperaron junto al teléfono.

Durante cinco insoportables horas la familia no escuchó nada hasta que finalmente llamaron del hospital. Ellos le dijeron que su padre había muerto. Su nombre era Margarito Lucero.

Para empeorar las cosas, cuando fueron a buscar sus pertenencias al hospital, ellos no pudieron encontrarlas.

“Él siempre usaba este collar y mi hermana sigue preguntando por él”, dijo Camarillo. “Pero cada vez, que yo llamó al hospital y pregunto me dicen que no saben dónde está”.

Cuando la comunidad de la primaria Spry se enteró de la muerte de Margarito, los maestros y el personal inmediatamente se pusieron en marcha. Ellos crearon una página en GoFundMe donde recaudaron $8,000 dólares para la familia. Eso les permitió pagar la cremación de Margarito y enviar las cenizas a México, donde podría estar con familiares. Los maestros también pusieron a la familia en contacto con los Angeles Spry, un grupo de ayuda mutua que les proporcionó alimentos y medicina.

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Candelaria Lucero sostiene una vieja foto de su esposo Margarito y su hija Isamari, Margarito murió de covid-19 en mayo. Manuel Martinez / WBEZ

Uniéndose como una familia

Como su esposo, Candelaria Lucero contrajo el virus. Entonces Camarillo también se enfermó.

Durante ese tiempo, los dos hijos de Camarillo se quedaron con la otra hija adulta de Lucero. La familia no quería que los niños se contagiaran también.

Después de que los planteles cerraron en marzo, las Escuelas Públicas de Chicago tardaron un tiempo en comenzar a ofrecer regularmente aprendizaje remoto. La familia de Camarillo quería que sus hijos participaran, pero no tenían conexión a internet. Un problema que tienen muchas familias.

Entonces en la primavera, usaron los hotspots de sus teléfonos celulares. Camarillo cuenta que la conexión era a menudo terrible, pero ellos salieron del paso.

Camarillo dijo que estaba especialmente desesperada porque su hijo de seis años se mantuviera al día con el trabajo escolar. Cuando él era un niño pequeño, ella pasaba mucho tiempo con él repasando las letras y enseñándole a leer. “El año pasado, el maestro dijo que estaba un año por delante de los demás niños”, dijo. “Quiero que se mantenga al día”.

Camarillo decidió quedarse en casa para ayudar a sus dos hijos y también para apoyar a su mamá y a su hermana menor, Isamari. Candelaria Lucero se mudó con ellos después de que su esposo murió y su casero llegó exigiendo el alquiler.

“Le dije que no podría ir al banco porque estaba enferma”, dijo Lucero. Para entonces, en mayo, ya había una moratoria de desalojo, pero eso no impidió que él la amenazara.

Lucero dijo que decidió no pelear. Por un lado, el apartamento estaba en mal estado con agujeros en el techo. También ella acababa de perder a su amor de secundaria y no quería estar sola.

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Sarai Camarillo apoya a su hijo Isaac Ayala, de cuatro años, durante su hora diaria de aprendizaje remoto. Camarillo renunció a su trabajo en una panadería para poder ayudar a sus hijos mientras estudian en casa. Michelle Kanaar / WBEZ

Ahora, tres adultos y tres niños viven en un apartamento con dos cuartos y un baño.

Y el único adulto que trabaja fuera de casa es el esposo de Camarillo, pero en los últimos 10 meses el trabajo ha sido inconstante, con varios restaurantes y fábricas dándole solo un par de horas algunos días a la semana.

“Apenas es suficiente para cubrir el alquiler”, dijo Camarillo.

Ella y su madre hacen lo que pueden para ganar dinero. Lucero sirve comida en cualquier evento que aún se lleva a cabo y cocina comida para vender afuera de las fábricas. Camarillo usa cupones para comprar cosas como artículos de limpieza y luego los vende desde su sala de estar. El espacio en frente de la casa se asemeja a un minisúper con productos en los estantes.

El aprendizaje en medio del drama

Cuando se reanudó la escuela este otoño, los niños tuvieron un buen inicio.

Camarillo le compró a su hijo de 6 años una mesita plegable para la computadora portátil que le dio la escuela y colgó carteles con el alfabeto y los días de la semana. Parecía como un minisalón de clases.

Ella también se había inscrito en el programa de internet gratuito que ofrece la ciudad. En el segundo día de clases, ellas recibieron la caja y, para el tercer día, pudieron conectarse.

El niño de seis años estaba serio cuando su maestra apareció en la pantalla del monitor. Como en todas las clases de enseñanza remota, los primeros días fueron un poco caóticos, Algunos niños eran tímidos. Otros no sabían cómo silenciar sus micrófonos. Pero la maestra siguió adelante y se encontró cantando la canción del día de la semana de la familia Addams y animando a los niños a participar.

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Camarillo decoró el espacio de trabajo de su hijo Noah para que pareciera un minisalón de clases con carteles con el alfabeto y los días de la semana. Michelle Kanaar / WBEZ

Isamari hace la mayoría de su trabajo en la cama. En septiembre, Lucero dijo que su hija parecía decidida. Ella dijo que quería trabajar duro para honrar la memoria de su padre, Margarito, ocho meses después de su muerte.

“Él le decía ‘siempre te vas a enfocar en estudiar’”, dijo Lucero. “Y ahora es sorprendente porque tengo maestros llamándome para felicitarme. Ellos dicen ‘Isamari está aprendiendo muy bien’”.

El niño de 4 años tardó dos semanas en inscribirse en preescolar y cuando lo hizo no fue en Spry sino en otra escuela local llamada Saucedo, lo cual estaba bien para Camarillo.

Pero ella se preocupa por su hijo. Algunos días él se sienta y presta atención, pero muchos días él simplemente se niega. Ella cuenta que, porque la escuela es nueva para él, la clase remota parece un programa de televisión aburrido que su madre le obliga a mirar.

La comunidad de Spry se ha mantenido como una fuente de apoyo constante. El consejero ayudó a Isamari y al niño de seis años a hacer una caja de recuerdos para Margarito. Los maestros llaman a la familia para ver cómo están.

Sin embargo, Camarillo dijo que ella puede ver que los niños están sufriendo. Le sorprende el ver que su su hijo de seis años se derrumba al recordar a su abuelo, Margarito. Además, por mucho que él trata de aprender de modo remoto y sacar buenas notas, se distrae.

Isamari también lo está pasando mal últimamente. Ella trata de ser valiente pero su madre a menudo la escucha llorar por la noche. Para el final del primer trimestre, sus calificaciones bajaron. Dice que es difícil para ella trabajar sin que el maestro esté ahí para ayudarla.

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Sarai Camarillo dice que la pandemia ha sido especialmente difícil para su hermana, Isamari Lucero, de 13 años, quién ha estado lidiando con los desafíos del aprendizaje remoto y con la muerte de su padre, Margarito Lucero. Michelle Kanaar / WBEZ

Su hermana y su madre están realmente preocupadas por ella.

“Ella ha hablado con el doctor sobre irse, sobre el suicidio”, dice Camarillo.

Muchas investigaciones muestran el impacto del trauma en los niños. Ellos pueden tener problemas para dormir, ser más apegados, tener emociones intensas y distraerse fácilmente. Los estudios ya han mostrado que la salud mental de los niños ha sufrido durante la incertidumbre de la pandemia.

Y si a eso se suma la muerte, la falta de vivienda y la inestabilidad económica, los expertos predicen que los niños que han experimentado todo esto necesitarán apoyo adicional.

La familia de Isamari está tratando de encontrar un lugar dónde conseguir ayuda, pero ellos no tienen dinero para ninguna terapia. Esta es otra señal de los profundos efectos dominó de la pandemia en esta familia, otra forma en que sus vidas han cambiado para siempre.

Mientras tanto, ellas se mantienen juntas vigilando de cerca a Isamari y orando.

Sarah Karp cubre temas de educación para WBEZ. Sígala en Twitter en @WBEZeducation y en @sskedreporter. Esta historia fue reportada con el apoyo del Fondo de Periodismo sobre Bienestar Infantil, un programa de la Beca Nacional 2020 del Centro Annenberg de Periodismo de Salud de la Universidad del Sur de California (USC)